En el secreto de mi corazón, no siento humildad más que ante las vidas más pobres o ante las grandes aventuras del espíritu. Entre ambas cosas se encuentra hoy en día una sociedad que da risa.
Albert Camus
Si omnes ego non.
Pascal Quignard, La barca silenciosa

Fotografía de Raúl Bartolomé, Alma negra 40º.
En el centro de la Vía Láctea hay un agujero negro. En el centro de cualquier solidaridad hay muertes. La sociedad gira en torno al sacrificio del enemigo. O nos unimos para matar o nos unimos porque nos han matado. Normalmente: para matar lo que nos mata. Una víctima mortal es necesaria para identificarnos. De ahí que la identificación sea un proceso de mortificación. Lógica sacrificial básica: la unión solo acontece sobre la base de la exclusión. Cuanto más unidos, más muertos necesitamos. Cuanto más muertes, más unión necesitamos. Cuanto más poderoso el dios, más sangre le sacrificamos. La luz, social o galáctica, organiza el espacio en torno a un secreto inconfesable.
Esta organización del espacio dinamiza inspiradoras y hermosas paradojas. En el mundo humano sin embargo, las paradojas preñadas de futuro decaen en hipocresías inmovilizadoras. Los humanos se convencen que el día odia la noche y que la noche es un peligro para el día. La danza de los contrarios se convierte en una guerra de erradicación que alcanza niveles de ridículo desconcertante. Para llegar a ser, el ser se enrosca en la anulación de la nada. Quien dice amar la verdad se rodea de mentiras. La identidad se vacía de lo otro. La cultura arrasa con la naturaleza. Así se dinamiza el despropósito vanidoso de los guerreros: su pretensión de existir exige la erradicación del enemigo. La negación como razón de ser: nihilismo.
Pero anular la nada no puede terminar nunca y, mientras guerreamos, el ser se hace cada vez más ficticio. La vida dedicada a negar la muerte es la menos viva. La luz jamás podrá acabar con la oscuridad y, mientras guerreamos, las estrellas huyen de los cielos nocturnos de las urbes. El verbo nunca triunfará del silencio y, mientras guerreamos, la verdad comienza a manipular y colaborar con la mentira. La democracia quiere ser universal y, mientras nos entretenemos, invade países, lanza bombas, yergue prodigiosos parques carcelarios, tortura, asesina quirúrgicamente con víctimas colaterales, engaña. Mi yo quiere ser sustancial y termino preso de la ansiedad. Mientras la cultura se embriaga en su superioridad autoproclamada trabajamos todos, con igual dosis de entusiasmo y desespero, a un ecocidio que acabará en suicidio colectivo.
A finales del siglo XVIII, Xavier Bichat definió la vida como el conjunto de funciones biológicas que resisten a la muerte. Para el liberalismo individualista y republicano, vivir es no morir. Y, mientras guerreamos, nuestras vidas se llenan de muerte. La reciente fascinación mundial por todas las historias de zombis y muertos vivos no es sino una gigantesca proyección de lo que deseamos.
Cuentan que Bichat robaba cadáveres en los cementerios.
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René Girard consagró su vida al estudio de la lógica sacrificial. Siempre que aparece un conjunto humano hay un asesinato que le da sentido y viceversa, la falta de sentido nos aboca al asesinato, real o simbólico. Girard concluyó que era un fatídico destino, una ley del inconsciente colectivo. Para Girard, ser humano significa buscar una razón de ser que nuestra existencia niega.
Amor fati. Nietzsche propuso la negación como razón de ser, el nihilismo consciente. Asesinar a las ficciones. Matar al dios necesitado del sacrificio. Así se engaña al destino: con amor. En el asesinato de dios, la necesidad del sacrificio es a la vez satisfecha y esterilizada. Y el futuro sigue abierto libre de la espiral de venganza del ser humano contra la naturaleza. Nihilismo consciente: vivir sin sentido. Nietzsche creía que se podía vivir con un espacio divino vacante.
A René Girard no le gustaba Nietzsche. A Nietzsche le gustaba pensar que pensar era danzar.
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Si omnes ego non. Si todos yo no. El yo como sustracción. «Todos» no existe sin exclusión. Excluirse de cualquier «todos» que da sentido a la guerra de los últimos hombres contra el mundo. Nosotros anónimo, intotalizable, inidentificable, incomunicable, vacío, nosotros los seres humanos, las piedras, los astros, las plantas, los muertos, los virus, los aun por venir, nos-otros. La otredad como subsuelo a la identidad. Todos no existe. Utilizar un lenguaje negativo, como un machete que abre un camino en la selva. Concebir el verbo para huir. Si omnes ego non. Fugas. Siempre hay fugas. Siempre hay ruido, noche, muerte, ignorancia. Solo el odio a la totalidad, que es ficticia por definición, nos puede sustraer al odio de la totalidad, siempre bien encarnado y encarnizado.
Fugas. Trabajo en negro. Amantes que prefieren muerte y multas y apostasía y desheredación y excomulgación a la renuncia a la piel deseada. Poetas comprometidos con las ventanas abiertas y pensadores adictos a los paseos nocturnos. Artistas sensibles a la belleza de los cementerios. Adolescentes cuya pueril rebelión es detonada por una profunda afirmación de la existencia. Enfermos con nada que perder. Anarquistas con nada que salvar. Anacoretas sin tiempo para los tiempos que corren. Piratas sin banderas. Butohkas con miedos domesticados. Niñas cuya inquietud es un sí a la vida sin filtros. Camellos con trabajitos. Mujeres salvajes. Parados despreocupados. Etc.
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Etc. Et cætera. Del latín Et cetera desunt. Y los demás omitidos. Desunidos. No existe un «Todos somos Uno» sin desunión. Etc.
Etc es un recurso lingüístico maravilloso: significa añadir la negación, presentar lo ausente. Et cetera desunt es una mirada fuera del discurso omnipotente.
Todos no existe sin omitidos. Siempre hay fugas. Siempre hay nacimiento. Siempre algo escapa fuera del ser que «todos» imagina encarnar con furor. «Todos» odia la fuga, «todos» odia el nacimiento del cual sin embargo es oriundo. La sociedad odia el amor.
Siempre que hay un todos hay odio. Hay policías y jueces y castigos y cárceles y muertes y balcones.
Camus: Amamos a la humanidad en general para no tener que amar a los seres en particular.
Todos odia.
¿Qué significa solidaridad?
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Un nosotros positivo, identitario, afirmativo, siempre será una ficción erguida sobre cadáveres reales. No importa si somos asesinos o víctimas. Este tipo de solidaridad es carroñera: crece sobre lo muerto.
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Nietzsche: Oh enemigos, no hay enemigo.
Existe una solidaridad que no implica unión. Que no piensa el mundo en bandos. Una solidaridad de la mutua afectación, de la resonancia. Tu pensamiento es solidario del pensamiento opuesto. La vida es solidaria de la muerte. La consciencia es solidaria de su alteración (la consciencia como alteración, consciencia sin identidad, sin alma: ex-periencia). El futuro es solidario del pasado. La vida cotidiana es solidaria de la vida onírica. Tus sueños son solidarios de los de tus antepasados. Et cetera desunt.
Necesitamos imaginar una solidaridad que no nos enfrenta a la muerte, sino que nos dispersa en realidades inasibles, inexplotables, insumisas. Necesitamos comprender nuestra vida y vivirla sabiéndola solidaria de un futuro inalcanzable. Las políticas de hoy son las cárceles de mañana. Cada instante de nuestra vida escribe los posibles de las criaturas que danzarán en este planeta largo tiempo después de que hayamos sido olvidados. Pensar que vivir es esencialmente no morir y dedicar esta no-muerte al culto de un presente donde sólo existe lo que puede expresarse en números es, sin lugar a duda, una concepción de la vida despreciable. Nuestra delirante vanidad social nunca podrá esconder por completo el desprecio que encarnamos. Poco valor tiene todo lo que tiene precio, decía el maestro. La solidaridad, de derechas e izquierdas, de dineros y derechos, cohesiona una sociedad que Camus decía risible, porque Camus era hombre bueno y bien educado. Risible es lo menos que se pueda decir del mundo donde nos ajetreamos, nos explotamos, quejamos y consumimos.
Nosotros, anónimos, cuerpo y alma vertidos en el et cætera. Solidarios de todo lo excluido. Hambrientos de lo imposible. Soñadores de lo inconcebible. Seres puentes.
Naciendo sin necesidad de ser.
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0. La gran batalla de nuestras vidas
1. Liberación por descontado
2. La insana vanidad de los guerreros
3. La solidaridad postmortem
4. El entusiasmo cínico
Etc, ETC, etC, eTc, eTC, EtC, e…. T…. C…
E. T, c, ccc, eee, ttt, et, c, e, c, tt, e c t tttttt, eeee, cccccc.
Merci.
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