El movimiento que somos. Sueños antes que sustancia

«¿Será el movimiento el rezo de la materia, la única lengua que, en el fondo, habla dios? ¡El movimiento! Mediante él se expresan, en su orden despojado, el amor a los seres, el deseo de las cosas. Su perfección une y anima todo, une la tierra a las nubes, los niños a los pájaros.»
– Joachim Gasquet, Narcisse

Nuestra investigación en el movimiento no parte de la voluntad ni del deseo de moverse. Existe un movimiento antes de la voluntad. Existe una necesidad del movimiento, un ser en movimiento. Joerg Hassman hablaba recientemente en el Festival de Contact de Madrid del movimiento que somos, en contraste con el movimiento que hacemos. En los siglos pasados, el pensamiento de la sustancia ha sido el pilar central del desarrollo de nuestras sociedades. El concepto de individuo es la consecuencia biológica y política de un pensamiento centrado en dar cuenta de una materia última, indivisible, fija. Seguimos buscándola. ¿Y si tuviésemos la respuesta bajo la nariz? ¿Y si la base del ser fuese en movimiento?

El ser en tanto devenir en movimiento no es una idea nueva y es incluso un tema de moda en la teoría sedentaria. Nietzsche se burlaba de quienes conciben sus pensamientos entre lapiz y papel mientras permanecen sentados llamándoles culos-de-plomo y nihilistas. Pensar sentado acerca del movimiento – ¡no será ésta la última paradoja de la tozudez humana ! (Pensar en sentido de conceptualizar, cogitar. Estar sentado experimentando el movimiento y el cambio es cosa distinta.)

En los seminarios de butosofia de marzo y abril hemos tomado como axioma del pensar los movimientos que suceden hasta en la quietud, hasta en el sueño más profundo, hasta cuando no queremos que acontezcan. Hemos sido educados a pensar desde conceptos. Tanto es así que palabras como movimiento o cuerpo pueden abordarse como conceptos estáticos. Pensar de otro modo no se limita a cambiar el contenido de las opiniones. (Deleuze decía que pensar es pensar de otro modo.) Pensar de otro modo implica modificar nuestra concepción misma del pensar. Durante dos meses hemos tomado como axiomas, como puntos de partida, movimiento ya aconteciendo, ya en marcha. No queremos iniciar un mundo (ser un individuo con voluntad creadora) sino subirnos al tren o, mejor dicho, sumergirnos en corrientes, campos, torrentes, mareas, torbellinos, vientos. Tal vez descarrillar el tren hacia otros paisajes.

Desde movimientos ya iniciados, desde el reconocimiento de la anterioridad del movimiento, fuimos explorando posibilidades nuevas en continuación con el movimiento que somos.

Nacemos ya iniciados, escribió Luís Sáez Rueda en su libro Ser errático. Más que una sustancia, lo que nos precede es un mundo en movimiento. El presente es un nacimiento, memorias surgiendo.

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Exponiendo la exposición. Monólogo butosófico en Espacio en Blanco, abril 2016. Foto Raúl Bartolomé.

Hoy en día, el pensamiento de la verdad sustancial (estática, idéntica) sigue siendo el emperador de la investigación del movimiento. Numerosas técnicas, aproximaciones y corrientes abordan el movimiento desde una teoría anatómica que no teme hablar en términos de «verdad». Incluso se oponen a menudo imágenes (falsas) y verdades (anatómicas y científicas). La imágenes, dicen, engañan a la personas acerca de su ser. La ciencia y el saber objetivo los liberan. Pretenden estar a la vangardia del movimiento cuando se encuentran a la retagardia filosófica.

William Blake decía que obligar a la imaginación a centrarse en objetos reales la empobrece. La libertad no nace de una improbable adecuación entre la vivencia de una persona y unos datos supuestamente objetivos. La teoría científica del cuerpo siempre será una simplificación y un modelo, es decir una serie de imágenes. Dejar que una autoridad científica jerarquice las imágenes posibles o incluso prohíba o censure ciertas emprobece la imaginación humana. Algunos filósofos querían prohíbir la poesía en aras de materializar la justicia política. Algunos pedágogos (o demágogos) del movimiento quieren prohíbir la imaginación. Malentienden el material que proponen (un manual de anatomía está compuesto por imágenes al igual que un poemario de Rilke y ambos pueden recurrir al concepto de verdad pero no pueden desacreditar la verdad del otro sin empezar a mentir) y tienen una comprensión frívola de la poesía y la imaginación humana. Entienden la imaginación y la poesía como un añadido innecesario a la materia del cuerpo. Pueden conseguir ampliar y fluidificar el movimiento de un individuo pero al precio de quitarle sus noches y sueños, aíslarle de las memorias del lugar, cortarle de su pasado y de la fuerza y flaqueza de sus ancestros, censurarle sus deseos y proyecciones, vetarle el cielo y las nubes, los astros, dioses y diablos, duendes y hadas y demonios, juicios e ideas y valores, separarle del mundo compartido enfriando el espacio en el concepto de receptáculo inerte y bloquear la curiosidad por todos los secretos, repliegues, agujeros negros y puertas abiertas a lo desconocido.

La materia pertenece al reino de la imagen.
Somos movimiento tejido de sueño.

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