Para que las palabras no basten es preciso una muerte en el corazón.
Alejandra Pizarnik
No existe un cuerpo que no sea también, a la vez, un mundo. Nuestros cuerpos no se relacionan, sino que nuestras relaciones se corporeizan. Nuestra materia no sueña, sino que nuestros sueños se materializan. No hay una sustancia que sustenta a la danza, sino un movimiento que da a la luz a la sustancia.
Pensar naciendo es vivir sin otro fundamento último que un híbrido de surgimiento y caída. El sentido del cuerpo emerge en relación al mundo que a su vez nace en relación a una apertura abismal fundamental. El ombligo es el vestigio material de este abismo.
No hay cuerpo sin mundo.
No hay mundo sin abismo.
No hay abismo sin arte. No hay verdad sin arte.

Foto de Raúl Bartolomé. Alma negra 00×00, Madrid 2018.
En el prefacio al libro Albinus on anatomy, los editores señalan con razón que más de dos siglos de desarrollo exponencial en medicina, tanto a nivel teórico como práctico y tecnológico, no han permitido superar las representaciones que realizó Bernard Siegfried Albinus del cuerpo humano. Prueba de ello es que encontramos reproducciones de los grabados de Albinus en la introducción a cualquier libro de anatomía.
Especifican en su prefacio que aquello que no fue superado en la obra de Albinus es la unión de verdad y arte que encontramos en los grabados. La fusión de ciencia y belleza que da vida a las placas de Albinus y a las cuales dedicó más de 20 años de trabajo sigue sin haber sido superada más de dos siglos después. Si hoy en día de vez en cuando aparece una representación del interior humano que sorprende por sus innovaciones gráficas, siempre sabemos de antemano que envejecerá muy mal y muy rápido. Hagan lo que hagan con un ordenador, nada sobrevivirá dos siglos con la elegancia que lo hace la obra de Albinus. Y la razón es muy simple: las imágenes de Albinus mezclan conscientemente verdad – precisión científica – y arte.
Hoy en día, cierta gente cree que verdad y arte existen en universos paralelos. Colectivamente, hemos hecho la apuesta de representar el cuerpo solo desde la verdad sin darle valor al arte. El resultado son estas figuras sin vida, sin expresión, sin credibilidad, como siempre inmaduras, sin esperanza. (¿Hablas de dibujos o de ciudadanía?) La verdad sin arte no debería interesar a los seres vivos. Cualquier científico que se respete sabe esto.
Pensar que podemos explicar el cuerpo sin arte nos lleva a creer que podemos vivir sin poesía. Que podemos mover sin imaginar. Que podemos amar sin soñar.
Y aceptamos sin rechinar el totalitarismo lingüístico que estipula que el lenguaje lo envuelve todo. En el paradigma de la verdad sin arte, nada escapa al mundo objetivable y por ende nombrable y cuantificable. Las lenguas irremediablemente se postulan como fundamento de la vida en sociedad. Esta fundamentación inextricablemente se despliega en poder de organización y dominación de la existencia. El ajetreo necesario para alimentar la ficción-fundamento no conocerá final porque sin cesar el abismo que nos crea reaparecerá una y otra vez. El apetito del monstruo “Realidad objetiva científicamente descriptible en lenguajes convencionales” es infinito porque lo otro que quieren expulsar inerva su vida misma. La Vida que no quiere morir, el Mundo que niega todo afuera y el Lenguaje que refuta de antemano su exterior son fantasías que empobrecen nuestras existencias.
Para que las palabras no basten, dice la poetisa, es preciso una muerte en el corazón. Esta muerte no es ninguna espina ni condena. Esta muerte es una ventana. Esta ventana mira al mundo que las palabras nunca tocarán y a la vida que la ciencia tecnológica y su organización expropiadora de la existencia nunca dominarán. Entonces somos más que una vida al servicio del capital y de los datos. Entonces somos más que un cuerpo a la merced de la medicina especialista en acallar las voces y cerrar las ventanas. Entonces algo de nosotros permanece ajeno a la marcha imparable de esta gigantesca maquinaria de suicido colectivo que algunos llaman progreso. Entonces no hace falta que dancemos porque, si vida y muerte hacen el amor, si verdad y arte se embellecen mutuamente, si existencia y poesía se prosternan una en frente de la otra, entonces somos danza.
👌
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