De genios y verdugos

¿Ensanchar el arte? No, más bien ve con el arte a tu angostura más propia, y libérate.
Paul Celan

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No se trata de producir más y más obras – no se trata de seguir el mandato contemporáneo que nos quiere hacer creer que para estar vivo tu nombre tiene que circular – ni de soñar con museos obesos. El arte nos permite llegar a espacios inmunes frente a la razón y las lógicas discursivas. Se trata de recorrer los caminos poéticos del arte para liberarnos a nosotros y por ende al mundo de la información latente en las cárceles profundas. Arte y danza sólo nos interesan en la medida que permiten alcanzar la raíz de los verdugos y las fundaciones de las cárceles.
Esta semana intentamos devolver el genio a su lámpara, es decir el cuerpo a su posibilidad más reducida, al cuerpo en potencia. El cuerpo embotellado, en su forma comprimida, contiene múltiples cuerpos, infinitas posibilidades insospechadas. La forma más reducida contiene el mayor número de potencialidades. Un punto, la mínima dimensión, apunta en todas las direcciones, podría derivar hacia todos los horizontes.
El posterior desarrollo del ejercicio era un poco una trampa. Hay varios ejercicios del estilo que, como en el experimento de Milgram, el sujeto del ejercicio o del experimento no es quien aparenta ser. En el cuerpo anudado debíamos introducir estímulos sensoriales. Buscábamos despertar una fuerza de supervivencia anónima, como la fuerza del caballo que vive en las carnes del protagonista del cuento Le Songe de Vercors, un judío que se levanta a su pesar después de que sus verdugos lo apalearan. Esta ganas de seguir luchando cuando todo nuestro ser quiere morir, estas ganas de nacer más fuertes que el ser. Una rana sale despellejada de la boca de una culebra. ¿No sería más lógico dejarse tragar? ¿Y si fuese posible tomar como axioma del movimiento esta fuerza que nos empuja y que nada tiene que ver con nuestra identidad? Creo que Hijikata apunta a esta fuerza cuando define el butoh como un cuerpo muerto que se mantiene desesperadamente de pie.
La trampa del ejercicio residía en que era mucho más expuesta la gente en segundo plano, los que ayudamos a las ranas y a los judíos a sufrir, los que generábamos humillación, desdicha, dominación. Os invité a ser nazis, dominantes, crueles, arrogantes, serpientes y en esta invitación mucha material subconsciente aflora. ¿Qué impulsos aparecen, qué deseos contengo, etc?
El poeta Khalil Gibran pensaba que en cada ser humano había más alto que el más santo de los santos y más bajo que el más vil de los hombres. No obstante todas nuestras ideas y deseos al respecto, nadie de nosotros sabe en quien se convertiría en circunstancias autoritarias. Podemos ser cualquier cosa… resulta interesante preguntarse, con el cuerpo, por los efectos en nosotros de las perspectivas las menos gloriosas. En El counsellor de Ridley Scott, al final de la película, se dice que nadie es más cruel que los cobardes. Nadie es más peligroso que los que piensan de sí mismos «yo nunca podría».
Por último, acerca de la humillación, quiero compartir un pasaje de L’Origine de la danse, de lejos el mejor escrito sobre butoh. No es sobre el butoh, ni un butoh-ka que escribe su experiencia, como si sus palabras no viniesen de dentro. El Origen de la danza de Pascal Quignard es un libro butoh, es un libro que despierta la fuerza anónima, son pensamientos nacidos de la noche, de la experimentación, del nacimiento.
Humildad, humillación, humus, homo, tierra. «Un día, santa Teresa entró en el refectorio caminando a cuatro patas, un cabestro alrededor del cuello, tirada por otra hermana. Las demás hermanas se burlaban y, de repente, mientras aguantaba sus burlas, vio que Dios venía, lo vio avanzar sobre las baldosas de terracota, lo vio mantenerse junto a ella mientras caminaba a cuatro patas sobre el embaldosado del refectorio del convento. Cuanto más perdía su honor, cuanto más la antigua Teresa en Teresa estaba siendo humillada, cuanto más los huesos de sus rodillas le dolían sobre los azulejos fríos, cuanto más Jesús cubierto de sangre se mantenía junta a ella con su irrisoria corona de espinas – corona también ridícula y que fue posada sobre su cabeza por sus guardias expresamente en señal de mofa – y más se sentía feliz.»

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