El sentido de la sanación

Engendrar y nacer gritan mucho más alto y más verdadero que el estertor de la muerte.
Pascal Quignard, Retórica especulativa

Foto de Fernando Gorrita Ortega en La Gestación.

1. Lo que más importa

Un amigo organiza eventos de tamaño medio. El trabajo de un organizador consiste en desaparecer. Cuando asistes a un evento, solo te das cuenta de que está siendo organizado cuando algo va mal. Cuando todo va bien, cada cual se convence a sí mismo de que la felicidad nace como por arte de magia. Culpamos a los demás de nuestra desdicha con tanta facilidad como nos otorgamos la responsabilidad de nuestra dicha. Los eventos del amigo en cuestión crecen en tamaño y en frecuencia. Desaparecer consume mucha energía. Por consecuencia, su equipo crece. Y decide contactar con un cierra ventas, un sale closer en el idioma del dinero, cuyo rol es materializar económicamente el compromiso de los futuros participantes al evento.

El sale closer rechaza la colaboración, pues solo trabaja con high tickets, eso son eventos cuya entrada vale por lo menos 1000 euros. Pero el sale closer es buena gente y es generoso con su tiempo. Sin siquiera preocuparse por el tipo de evento que organiza mi amigo, le regala consejos. Uno solo en realidad: vende salud. No le deja espacio a mi amigo para explicar lo que él hace, lo interrumpe porque no le interesan los detalles. El sale closer es tajante: Sea lo que sea que hagas, si lo quieres vender mucho y caro, lo tienes que vestir de salud.

Estamos enfermos. La Salud se convirtió en ideal, y como todos los dioses, exige sus sacrificios. La Salud se ha convertido en enfermedad. Los dioses siempre han bebido sangre. La Salud lo bebe en forma de dinero. Dinero es lo que más importa…

2. Una confusión de raíz

Trabajo desde un enfoque político para pensar la liberación. A menudo, encuentro a personas que insisten en subrayar la semejanza de los pequeños brotes de liberación con promesas de sanación. Traducen la experiencia de liberación del espacio común en potencial sanador. Traducen… o confunden. Y, por su sorpresa, niego la equivalencia. La liberación política es superior a la sanación física, emocional o espiritual. La sanación es un efecto colateral del butoh, para nada debe ser su objetivo. Nunca debería serlo. Niego que la danza deba arrodillarse ante el dios Salud. La sanación es, hoy en día, por lo general, una estafa. La sanación que nos venden no tiene sentido: es confusión de raíz.

¿En qué sentido la liberación sana? Del cuerpo a la mente. La escucha del cuerpo sintiente y su acompañamiento consciente sana a la mente. El cuerpo vivo y experimentable, imaginativo y real, en continua transformación, empuja sin cesar al espíritu hacia su sanación. La sanación comercial e industrial vende lo contrario: la mente sana al cuerpo.

Para la industria de la Salud, estar sano es no sentir nada concreto, no tener dolores, no sufrir molestias, no padecer achaques. Estar sano es estar bien, es una especie de contentura ñoña de sentimientos y pensamientos positivos impalpables. Es no poderse quejar y así poder entregarse sin freno a las actividades pueriles y frívolas del entretenimiento contemporáneo. Es sentirse libre para entregarse a los caprichos del momento. Se trata de un enfoque absolutamente miserable, una estafa tanto ontológica como literalmente. Porque en este planeta se muere y el dinero que te gastas no cambiará esto. No hay libertad sino solamente liberación. Envejeces, sufres, la piel cae, no embelleces, no brillas, el cuerpo va fallando poco a poco o mucho a mucho, y mueres, súbitamente o gris y a solas. Nada va a cambiar esto nunca. Sin embargo, la manera en la que vives sí que puede cambiar la muerte, el sentido de la muerte.

En el modelo convencional que adoptamos sin crítica, la mente es estática, idéntica. Soy yo. El «Yo» existe y el cuerpo le genera problemas. Sin los problemas del cuerpo, el yo sería feliz y libre. Sin el cuerpo, el yo es sano.

El pensar naciente o la liberación material se enfoca de manera contraria: el cuerpo naciente trata de sanar a la mente continuamente. Cualquier síntoma es la voz de este cuerpo que surge, guía la vida hacia su propia transformación, hacia su integración en la creación donde la muerte es solamente una fase del viaje. Sin un yo dueño del centro de la existencia, el cuerpo es un viaje sanador. Conservamos solamente pequeñas dosis de subjetividad para satisfacer la institución del tiempo, jugamos al yo homeopático. La transformación del cuerpo obliga a la mente a movilizarse y sacudirse el estático individualismo. El cuerpo debe sanar a la mente. El cuerpo, la naturaleza, la verdad, la vida, la realidad no precisa sanación.

3. Tres enemigos de la sanación de la mente por parte del cuerpo

Arnold Mindell, cuando elabora sobre el cuerposueño, en El Cuerpo del chamán entre otros libros, describe los tres enemigos de la vida sentida.

1. La farmacia. Ante cualquier molestia, el primer impulso es tratar de silenciar la voz del cuerpo. La sanación comercial, la salud industrial es solamente esto: el silencio del cuerpo o la mente entumecida (a menudo una combinación de estas dos cosas).

2. La impaciencia. El segundo enemigo de la liberación del cuerpomente según Mindell es la impaciencia. Escuchar síntomas desagradables no nos gusta. Entonces, en el momento de decirle Sí a la voz del cuerpo, al síntoma, a la sensación, lo hacemos pensando que aceptando el síntoma éste desaparecerá inmediatamente. Aceptando un dolor el dolor sanará – así es la teoría. Estamos jugando a aceptar sin aceptar realmente nada. Nos planteamos el sí a la vida porque creemos que puede ser útil para el no de fondo que vibra en la raíz del tiempo. Escucho al síntoma pero le doy tres días para desvanecerse. Pongo el Sí al servicio del No.

3. La muerte. No nos entregamos al cuerposueño cuando la cosa va en serio porque una voz muy social nos dice que vamos a morir. La muerte como discurso. Jugamos a tener fe en el cuerpo sin querer efectuar el salto en el otro paradigma. Obnubilados por la promesa de no morir, promesa absolutamente insostenible por cierto, nos resignamos a vivir la vida como una enfermedad crónica en un mundo grisáceo salpimentado con jovialidades triviales.

4. El sentido de la sanación

Sí: la danza sana. La danza sana porque disolviéndote en la gravedad sintiente e imaginativa en constante transformación espantas a los fantasmas que nos carcomen. La danza sana porque no tiene objetivo: pura afirmación, gran sí a la vida. Subyugar la danza al objetivo de sanación es prostituirla. Pedirle que genere un efecto u otro es coartar su libertad, que es la libertad del mundo vivo. Exigir a la danza que contribuye al bienestar de los ciudadanos de una sociedad profundamente enferma es envenenar la energía naciente que pulsa desde el fondo de los tiempos. Quien ayuda a los ciudadanos a ser más funcionales dentro de una máquina de suicidio colectivo no está ayudando a nadie. Querer sufrir menos hoy a cambio de contribuir a la generación de un modelo social y político que fomenta el sufrimiento y la miseria existencial que necesita para justificar su despliegue de control y sanación es de cobardes.

La danza naciente es una política vitalizante. Es extremadamente terapéutica mientras desprecia todas las terapias. Los desprecia en el sentido de saberse superior. La danza es inútil y desde esta afirmación se puede despreciar toda instrumentalización del movimiento naciente. Ninguna identidad, ningún yugo, ningún medicamento, ningún grillete, ninguna celda, ninguna sociedad, comunidad, tribu, ninguna doctrina, ningún mapa, ningún dogma, ninguna emoción, ninguna música, ningún otro arte, ninguna cárcel por muy confortable que sea, nada puede ser tratado de igual a igual con el nacimiento. Ni la vida. Ni la muerte. El grito del nacimiento es más alto y más verdadero que el estertor de la muerte, sostiene Quignard. Y también, cabe añadir, este grito del cuerpo naciente es infinitamente más noble que la verborrea de la vida.

No paréis esos pies…

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