Nacer es una travesía.
Cuenta Gaston Bachelard, en El Agua y los sueños, que los primeros barcos eran tumbas. Se devolvían cadáveres al océano sobre balsas funerarias. Y, un buen día, alguna gente intrépida, los primeros marineros, quisieron saber adónde iban los muertos. Infiltrados en las tumbas, surcaron los mares atraídos por el otro lado.
Sentencia Bachelard: La muerte es el primer navegante. Y toda navegación es también un nacimiento. Nacer es atravesar lo imposible para caer en lo innombrable. En ello, la muerte sigue al nacimiento. Los seres nacientes son por esencia intersticial.

Intersticio. Del latín interstare. Ser en el medio. Estar entre.
Intersticio: los vacíos estrechos que dejan las distintas partes de un todo. Ventanas de espacio en el tiempo. Suspensión de la narración. El ser del vacío.
Los seres natales somos navegantes en mundos irracionales. Existimos entre vida y muerte. Entre cielo e infierno. Somos la atmósfera enamorada de la gravedad. Sin entrega al subsuelo no hay cielo. Somos articulación en el tiempo, fugas en los pliegues del espacio. El sonido del espanto. Articulación.
Los ojos articulan lo visible con lo invisible. El talón articula la tierra con el esqueleto. Los huesos son excrecencias de la tierra invisible que se ramifican en el aire. Nunca caminamos hacia delante. Siempre y únicamente caminamos en el sitio, donde caemos, articulando delante y detrás. El niño corriendo mancha su espalda de barro. Siempre algo viaja en la otra dirección. Entregarse a la caída genera el espejismo del paraíso. En los abismos ya no se cae sino que se vuela.
La experiencia del cuerpo sensorial articula la materia con la fantasía. La sensación articula realidad e imaginación. El Yo pone en relación los otros interiores con los otros exteriores. Y el Yo es una bisagra oxidada en el nosotros anónimo.
Viajamos sobre barcas. Cuando la muerte oceánica quiso verse inventó la orilla.
Siempre seremos también lo otro de lo que creemos ser. Siempre tenemos un pie en el otro lado. Un pie de Eva se quedó en el paraíso. No avances tan de prisa amigo mío, que te olvidas de dónde vienes. No trabajes tanto en la construcción de tu historia personal, amiga mía, porque toda biografía huele a epitafio. Existimos entre. Somos articulación, pliegue, relación. Nada nos define. El punto ciego de la visión, el axioma de una explicación, la sombra de la identidad, el infierno de una gloria. Se lanzaron en tumbas flotantes motivados por el anhelo de vislumbrar el reverso de sus mitos. No huían de una vida insignificante. Cogieron su impulso desde la vida digna para aventurarse en los confines de los intersticios. El sentido es un hiato y este hiato es el nicho ecológico del cuerpo vivo. Somos totalmente vivos solamente cuando nos lanzamos hacia el otro lado de lo conocido. La esencia es intersticial. Somos perfumes de una ausencia.