Caminas hacia la escalera automática. Ves que está parada y entiendes que tendrás que subir a pulso. Todo está en orden: ves para luego sacar una deducción lógica. Sin embargo, a pesar de tu refinada lectura espacial, al subirte a la escalera sientes una suerte de vértigo, un ligero mareo brota de un espacio que la lógica no alcanza con facilidad. Experimentas la diferencia entre el pensamiento del cuerpo, que sucede constantemente en la oscuridad y sin relación de obligación frente a la mente consciente, y las opiniones de la consciencia. Subes por tus propias piernas, el mareo se disipa y tu mente ya ha olvidado lo sucedido para husmear en otros asuntos, convencida de estar pensando.
Árboles y cielo, Picos de Europa, agosto 2016.
Hace más de una generación, el proyecto filosófico de descarrilar el incesante e inmemorial impulso hacia arriba de las manadas humanas irrumpió en la cultura de masa gracias, en parte, al éxito poco común del concepto de rizoma propuesto por Deleuze y Guattari. El rizoma libera a los seres humanos de toda relación con la verticalidad y lo hace ubicando el final de la exigencia hacia arriba bajo el lema de la vanguardia política. Hoy en día, nuestro cuerpo sigue pensando hacia arriba y sigue viendo en el mundo cultural humano una escalera que favorece el alcance de alturas siempre nuevas. Este pensamiento – esta organización corporal profunda y oscura – ha sido forjado a lo largo de varios milenios; poco pueden los libros en su contra. Mientras nuestro cuerpo en su oscuridad subconsciente sigue anticipando una elevación automática, nuestra mente se entrega a la rizomática multidirrecional y fantasea un mundo susceptible de mantenerse estable sin el sostén del impulso hacia arriba. Ha llegado la hora de constatar que el vértigo experimentado no desemboca en libertad renovada sino que se estanca en un malestar cultural.
Según un dicho de la antigua China, la filosofía de un siglo es el sentido común del siglo siguiente. Una actualización de este dicho reduciría sin duda el marco temporal. Una generación después de la presentación de la propuesta rizomática en los años setenta, su entusiasta acogida levanta sospechas respecto a su real potencial emancipatorio. Hoy en día, quien sabe leer la sociedad donde habita entiende que el rizoma ya agotó sus caminos de libertad, si alguna vez los tuvo. El rizoma y la sociedad-red nos enzarzan más que nos liberan cuando se presentan como alternativa a la construcción vertical de la vida humana. El rizoma puede servir para comprender la organización social y analizar el movimiento del capital pero de ningún modo puede entenderse como un horizonte de salida a las relaciones de sujeción. El rizoma nos brinda un modelo para aprehender los movimientos y las relaciones en la posmodernidad y así contemplar como el bullicio vital que caracteriza nuestra época genera lo que Sáez Rueda, en su ontología crítica de la sociedad, calificaba de sociedad estacionaria. La fluidificación de las relaciones, las identidades blandas, las máquinas deseantes, las líneas de fuga en todo compromiso, la adhesión a cualquier comprensión del mundo y su apostasía casi simultánea, etc., la gran liberalización de la vida es un espejismo detrás del cual el mundo se rigidifica. Rizoma es un modelo carcelario y no un plan de escape. Para quien planea escaparse de la prisión, poseer un plan de las instalaciones es sin lugar a duda un acicate emocional e intelectual. Pero un plan no es un cielo abierto.
Necesitamos conceptos que se puedan pensar hasta el final. Pensar incluso podría definirse como el agotamiento de conceptos. Las ideas arden en el pensamiento. En Mil mesetas de Deleuze y Guattari, el rizoma avanza sabiendo que no puede consumirse completamente, los pensadores manejan su concepto sabiendo que no podrán vivirlo con total entrega. El rizoma de Deleuze y Guattari se opone constantemente al árbol. Árbol, por muy inconsistente que parezca, es sinónimo de construcción piramidal. Rizoma hace vislumbrar una sociedad no jerárquica. Pero lo promete a medias. Pues al final, confiesan la futilidad de su dualismo inventado para acabar con el dualismo: el rizoma también tiene raíces y los árboles no hacen sino rizomar. Empiezan escribiendo que “ya no somos nosotros mismos” pero más tarde aseguran que hay que mantener reservas de subjetividad para hacer frente a las exigencias de la vida cotidiana. En conversación con don Juan y Castaneda, todo Mil mesetas apuesta para el nagual pero a la hora de la verdad se afirma que se debe mantener el tonal. El elogio de lo molecular resuena en el cuenco de una defensa, en último término, de lo molar. El Cuerpo-sin-órganos, otro éxito conceptual vertiginoso más allá del ámbito académico, no tiene nada que ver, según sus promotores, con los órganos. El rizoma, a la imagen del tao tal y como lo entienden Deleuze y Guattari, no tiene extensión sino sólo intensio. Sin espaciamiento no hay pensamiento. Del culto contemporáneo a la intensidad no emana ninguna nobleza ni ingenio loable.
Sin dejar de ser una lectura apasionante, Mil mesetas y su introducción Rizoma ya no sirven el programa de emancipación para el cual fueren diseñados. Rizoma ha muerto porque no supo nacer. No se nace a medias. La placenta debe seguir al bebé. Un parto da a luz a un nuevo mundo compartido con el alumbramiento del órgano-con: pensar expulsa la idea y su complementario, de otro modo desembocaría en muerte y mundo amputado. La deforestación del pensamiento en nombre del rizoma preparó el terreno para una multiplicación descomunal de los territorios vitales colonizados por la dominación. Nacer es caer y surgir al mismo tiempo. Abismo y elevación en un solo movimiento nacido de la relación no mediada socialmente. El rizoma se opone a su otro y sabe que lo necesita. Lo odia y lo ama. Es esquizofrénico. A mi entender, la sabiduría por venir señalará que en esta casa de locos la escalera automática cultural está rota. Levantará la mirada al cielo. Y, con planes en las manos, buscará en su nacimiento esta caída surgiente, buscará reactivar en la oscuridad de su cuerpo el impulso hacia arriba que ha sostenido las culturas humanas desde tiempos inmemoriales, pensará en diálogo con la gravedad.
Gracias.
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