La danza contra la tiranía

¿Qué es lo que lucha políticamente contra la tiranía en el alma? Los sueños, noche tras noche.
Pascal Quignard, La vida no es una biografía

Esta frase de Quignard es un tesoro. Los sueños luchan políticamente contra la tiranía cada noche. Es una frase maravillosa en primer lugar porque insiste con cursivas en el carácter político del soñar. Desde hace algunos siglos se nos quiere presentar los sueños como lo más privado de la existencia. Según Quignard, los sueños serían en realidad un bastión de resistencia política.

Foto de Fernando Ortega Gorrita en La Gestación 2023, en Azala.

Es una frase valiosa en segundo lugar porque al insistir en el onirismo político, hace patente nuestra condición de esclavos. Si los sueños son lucha política y que nosotros, ciudadanos hiperconscientes, conectados y nobles, ahogándonos en el dinámico hoyo de nuestro ajetreo, renunciamos a valorar esta parte de nosotros mismos, ¿no renunciamos de facto a la lucha contra la tiranía? ¿Acaso no llama la atención que en la era de la libertad consumada los sueños tengan menos valor que nunca? ¿No prueba la desaparición del soñar que nuestra libertad es una falsificación? Sabes que te has convertido en un colaborador total de la tiranía cuando ya no encuentras ni rastro de los sueños en las nieblas matutinas.

En tercer lugar, es una frase valiosa porque al afirmar que la función del soñar es la lucha contra la tiranía en el alma relega todas las monsergas neurocientíficas a mamarrachadas. Urge comprender que ni el origen de los sueños ni el espacio onírico pueden entenderse de manera individual, cerebral o sustancial. Buscar científicamente en las neuronas la lógica de los sueños es cómo tratar de explicar el deseo de vivir analizando la sombra que un cuerpo proyecta sobre el asfalto de la calle. El espacio onírico antecede al mundo objetivo. El cuerpo vivo es la sombra del cuerpo que sueña. Someter los sueños a los límites de la sustancia es ideología racionalista. Nos empobrece. Nos tiraniza. No nos podemos adentrar en la lógica del soñar importando la lógica de la sustancia objetiva. La racionalidad no puede dar cuenta del soñar. Necesitamos pensar de otro modo.

En un primer momento, pensar es siempre pensar contra la tiranía. En un segundo momento, los sueños no pertenecen al mundo petrificado por el miedo al tirano. En un tercer momento, pensar y soñar son siempre mover. Corolario: solo en la danza puede germinar una emancipación genuina.

Contra la tiranía

La cuestión de la libertad es siempre urgente. Hace casi cinco siglos, Étienne de la Boétie en su Discurso de la servidumbre voluntaria advertía que el yugo que se impone a la fuerza a los seres humanos de hoy se convierte en carga natural para los seres humanos posteriores. Esto se debe a que el ser humano tiende a confundir su naturaleza con su estado de nacimiento. Comúnmente, los seres humanos aceptan el estado del mundo en el cual emergen como algo natural. Lo que hoy hacemos a regañadientes mañana lo harán porque así son las cosas. Nuestra resignación de hoy es la desdicha inconsciente de mañana.

Urge que pensemos una libertad más allá del usar y tirar que estructura nuestra relación con el mundo. Urge y sin embargo nos abandonamos a la procrastinación política, bien sea asumiendo una existencia exclusivamente privada, bien sea sucumbiendo a la ilusión de la política parlanchina. Quien vive en el habla no se encuentra en el mundo sino en el frío viento que sopla por la boca. La lucha política contemporánea se ha disuelto en un mar de desesperanza e impotencia y no entendemos dónde está el campo de batalla. ¿Quién hoy en día conoce un ángulo de ataque firme? Cualquier lucha concreta es recuperada por el marketing de grandes empresas. Las grandes ideas, sin crítica consistente – es decir carnal -, acaban decorando fachadas. La igualdad, por ejemplo, sin un horizonte definido, se convierte en la participación igualitaria en la generación de la miseria. Cualquier colectivo reclama su derecho a ser malvado. Queremos una participación igualitaria en la gestión de la tiranía. Creer que, a través de un colectivo en concreto, por esencia, germinará más verdad, justicia y libertad es una ingenuidad que ya no podemos asumir. Cuando se preguntaba cómo un solo hombre, un solo tirano, podía someter a tanta gente, La Boétie señalaba a los cortesanos como responsables. El tirano se hace poderoso porque muchos aceptan, a cambio de prebendas, reproducir la tiranía y extender sus tentáculos. La buena disposición humana a ahondar en la dominación, la humillación y el poder nefasto trasciende el color de la piel, la textura de los genitales, el nivel de inteligencia, etc. Solamente la verdad, la justicia y la libertad, a nivel práctico, en un cuerpo deseante, pueden generar espacios de verdad, justicia y libertad. No hay atajos. Ni tiempo que perder.

Hoy en día, resulta difícil nombrar el origen de la tiranía de manera irrefutable. Sí en cambio resulta fácil exponer a los colaboradores: todos. Tal vez no podamos atacar el corazón de la dominación política pero sí podemos envenenarle la sangre. La tiranía presente en el mundo echa sus raíces en la tiranía que parasita la oscuridad del cuerpo. De todos los cuerpos. Detrás de nuestros ojos yacen las causas de lo abyecto que se nos presenta en lo visible. Necesitamos nuevos ojos. Una racionalidad de la dominación ha sido injertada en la consciencia de nuestros antepasados a lo largo de siglos. Hoy creemos que pensar es esto: ordenar el mundo que se nos presenta de un modo que podemos explotarlo con el fin de hacer crecer el orden que proyectamos. Cada instante tiranizamos el mundo y explotamos la naturaleza. Este modo de vivir, esta manera de pensar y esta racionalidad son totalmente irracionales pues hoy sabemos a ciencia cierta que formamos parte de esta naturaleza y de este mundo que ansiamos someter. De tanto tirarnos en los pies acabamos viviendo como fantasmas que flotan en un no-lugar. ¿Cómo sacudirnos un yugo que parece coincidir con la consciencia misma? ¿Dónde escapar cuando el mundo y la vida que lo anima han sido unificados en una dinámica de explotación de recursos? ¿Acaso no estamos hoy en día conscientes de una tiranía cuyo rostro resulta imposible de rastrear, salvo a veces en los reflejos del espejo? ¿Dónde está la lucha cuando la tiranía se vislumbra en la totalidad de la vida?

Herbert Marcuse detalló en El Hombre unidimensional la pobreza existencial de quienes existen en un solo plano. La libertad en el mundo unidimensional es un potente instrumento de represión. Todo cuanto podemos hacer en el mundo unidimensional nos hunde aún más en la miseria. No hay rebelión que no sea alimento para la represión convencional. No hay libertad que no nos ate a la frivolidad del consumismo ni entretenimiento que no nos atontoline. La tiranía en el alma o el alma como tiranía.

Los sueños en tierras de nadie

Y, sin embargo, cada noche, nuestro ser se desagrega en múltiples dimensiones, abriéndose a espacios inexplotados, espacios inmunes a la explotación por no ser desplegados. Los sueños no existen: insisten. El espacio onírico asalta noche tras noche la ciudadela individual que pone cada cuerpo al servicio de la tiranía de lo unidimensional. La racionalidad explotadora del espacio, la ciencia reductora de la vida a un solo mundo y la existencia limitada a su faceta diurna sufren la embestida de la oscuridad cada noche. Noche tras noche, los sueños menguan la tiranía de la totalidad. Cada mañana, el mundo de luz, razón, progreso y universalidad empujan los sueños al olvido. Cada mañana el cuerpo multidimensional, el cuerpo que sueña es agredido por la luz. Cada mañana, el sujeto parlanchín se apodera de un cuerpo aún ambiguo, con síntomas corporales y confusiones mentales, para encauzarle en la reproducción y profundización de la tiranía del mundo. Cada mañana el alma individual profundiza su colaboración con el mal. Este sujeto, sujeto por esencia gramatical, esta voz interiorizada recrea una ilusión de totalidad anulando la noche, sus sueños, preguntas y abismos. Cada mañana reinventamos la ilusión de una existencia de pura luz, de un día sin fisura. Y nos volcamos en su realización, encarcelando nuestra propia vida y envenenando la naturaleza de la vida venidera.

Foto de Fernando Ortega Gorrita en La Gestación 2023, en Azala.

En El Mundo bajo los párpados, Jacobo Siruela se hace eco de lo irrisorio de la existencia individual desvinculada de sus noches. Escribe, magníficamente: «Sin embargo, nuestra cultura extrovertida vuelve la espalda a este hecho dejando que la inmensa riqueza que atesora la noche se pierda sin remedio en la intempestiva sombra del olvido.
La historia de los sueños aún no ha sido escrita. Probablemente nunca lo será. No deja de ser chocante que después de tanta experiencia onírica acumulada a lo largo del tiempo, tan digna de ser recordada, el ser humano todavía no haya asumido la importancia que tiene el onirismo en la historia de la humanidad y simplemente continúe viviendo al margen de su ‘segunda vida’, como si no tuviese ningún valor, ni formase parte de sí mismo. Y en vez iluminar lo que yace oculto en la penumbra; en vez de procurar comprender los mensajes que cada noche cruzan e iluminan su mente y sobrecogen su corazón, insista en seguir siendo ciego a todo ello, y permanezca voluntariamente sometido al burdo convencimiento de que la roma planicie de cada día sea la única realidad posible de todo cuanto somos y puede acontecer en el mundo.
Imbuido, pues, en esta seca y plana visión de las cosas, el ser humano resulta perfectamente irrisorio, porque a pesar de toda su hiperconciencia a cuestas y su labrada coraza de escepticismo, suele estar dispuesto a creer en cualquier cosa, salvo en la verdad.»

Los sueños, noche tras noche, burlan el individualismo que la tiranía fomenta para entristecer nuestras vidas y reducir nuestro mundo a un plano grisáceo. Los sueños, noche tras noche, abren la tierra de nadie donde nada es fijo, donde nada es lo que parece, donde la mente es paisaje más que personaje.

La danza soñada

La consciencia es una ventana al mundo, no se origina ni termina en sí misma. La consciencia que no es una flor sobre un mar abismal de inconsciencia no es consciencia, es tiranía. La consciencia diurna que no baila con su noche no es consciencia, es una prisión. Las ideas en cuyas venas no circula la imaginación, la esperanza, la poesía, el vértigo, no son ideas, son opiniones. Y todos sabemos, con nuestra hiperconciencia a cuestas, que nuestra felicidad es hipócrita. Sentimos que nuestras lágrimas queman la piel desierta de una autobiografía carente de interés para todo el mundo, incluso a menudo para su principal protagonista. No obstante, seguimos sonriendo en las fotos, seguimos nutriendo el algoritmo, seguimos esperando la felicidad en un paquete, seguimos tomando la píldora que nos recetan los esbirros blancos de una economía para la que nuestra seguridad pasa por nuestra esclavización.

Decía el señor Nietzsche que nos veía con poca vida, y que por eso habíamos hecho de la economía nuestra principal virtud. Y de la Salud nuestro dios. El escritor Sándor Márai, en La Hermana, escribe «No puedo recetarle la vida en forma de medicamento.» La individuación del malestar social y su tratamiento farmacéutico profundizan las raíces de la tiranía. Hay que hacer crecer la noche y quitarle poder al día. Hay que potenciar la imaginación que nos permite percibir lo real desde distintos ángulos y repudiar el mundo unidimensional de la racionalidad. Hay que darle espacio al aliento y quitarle importancia al personaje cuyo nombre moviliza nuestro cuerpo. Hay que danzar desde los sueños, antes de ser un cuerpo objetivo.

Sigmund Freud decía que los sueños constituían la vía regia al inconsciente. Ahora, nos queda insistir en que la vía regia a los sueños tal vez no sean las palabras que el sujeto maneja, sino el movimiento que involucra la totalidad del cuerpo. Tal vez, si no queremos contribuir a la construcción de un hospital planetario donde la vida es reducida a convalecencia, debemos pensar la lucha contra la tiranía más como una danza que como una terapia. La cuestión de la libertad urge. Surge en nosotros, a cada instante. Cada día, con trabajo, consumo, entretenimiento, verborrea, actividad contra reloj, inhibimos este empuje de libertad. Cada noche la libertad nos pilla desprevenido. Quizá no haya que escuchar más a los entrenadores que nos aseguran que la noche no vale. Quizá debamos desarrollar el valor de no ser uno mismo más a menudo, para ser más vastamente una vida anónima que surge libremente. La danza entendida como arte de emancipación que continúa la noche y explora los sueños, la danza como arte de nacer se convierte entonces en el escenario de una liberación de la tiranía del alma. Esta liberación del principio individualizador debilita la tiranía global a la cual colaboramos como por naturaleza, aunque sea adquirida. La imaginación carnal está comprometida de raíz con la libertad de la vida en general. Nosotros lo sabemos desde la práctica. Conocemos en carne propia la inmensa noche, tan fértil en vida como los primeros jardines de nuestros mitos. No hay que explicar nuestro vértigo ni dar cuenta de nuestro deseo. La imaginación carnal en movimiento, como continuación de la noche, es nuestra rebelión, y es la más urgente. Frente a los escépticos racionales rendidos a la ideología de la luz unidimensional, el autor de El Mundo bajo los párpados, formula una pregunta simple: «¿Pueden los eunucos hablar de orgasmo?»

Quien no sueña, no piensa, no vive, no danza. Confunde el pensamiento con la vorágine encefálica de la opinión, y se hunde. Confunde el cuerpo deseante con una máquina objetiva, y se recluye. Confunde la vida que nace con movimientos hiperconscientes y aspavientos ruidosos, y se muere. La danza soñada ni vive ni muere: nace de la noche.

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2 Responses to La danza contra la tiranía

  1. Gracias

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  2. Avatar de Nerea Nerea dice:

    Gracias!

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