No temo a los que aman el libertinaje, ni aprehendo a los que codician el lujo: temo a los flacos y a los pálidos.
César
Esforzándonos tanto para ser sinceros acabamos convirtiéndonos en mentiras.
Pascal Quignard, Vie secrète
Oh dios, por favor, no dejes que me malinterpreten.
Nina Simone

1. En el comienzo hay sexo… y elefantes
Hay un elefante en la habitación, diría el anglosajón. La presencia de la energía sexual en danza es innegable, guste o no. ¿Qué hacemos con el deseo sexual en los estudios de danza, los espacios de investigación del movimiento y las reuniones sociales para gozar de la danza que llamamos jams? A mí parecer, la cuestión de la gestión de la erótica no está atendida debidamente. Escribí el texto que sigue en un contexto privado. Lo publico ahora, no tanto para dar mis respuestas, como decía Camus, sino para que se oigan las preguntas. Carecemos de una reflexión colectiva genuina y esta carencia da pie a confusiones y malestares evitables.
Me centraré en danzas que contienen un alto porcentaje de improvisación porque dan más espacio al subconsciente. Cuando la forma es rígida, hay menos preguntas. En clases y jams de Contact-impro, de improvisación o de butoh, la cuestión de la sexualidad se contempla en general de dos modos: o bien se niega o bien ocupa el lugar central. O bien es obviada, explícitamente prohibida o relegada a asuntos privados, o bien es convertida en el foco central del encuentro. Me gustaría sugerir pistas que recorren territorios distintos, tierras donde atendemos el deseo, sin prohibirlo, sin esconderlo o privatizarlo y sin someter la danza a la centralidad del sexo.
Hay sexo en el origen de todos nuestros cuerpos. ¿Cómo no comenzar por ahí?
2. La imagen que falta
Falta una imagen a nuestros días. Estamos por definición ausentes en la escena que nos crea. El encuentro sexual que se halla en nuestro origen no podemos presenciarlo directamente. Pascal Quignard ha escrito abundantemente acerca de esta búsqueda tan irrealista como fascinada que motiva nuestra curiosidad: no estábamos presentes cuando nuestros padres procrearon. Y no estamos en paz con ello. Resulta tan irónico como poético el hecho que es deseando volver al origen que acabamos procreando nosotros mismos. Deseando volver a casa, repetimos la escena que desencadena la salida. El motor del nacimiento es la vuelta al origen.
La palabra latina sexus remite a la separación. Sec-cionar resuena con sexo, río arriba de las lenguas. Nuestro origen es una separación, una división. También en la Biblia, el dios judío crea el mundo separando el agua de la tierra, la luz de las tinieblas, el día de la noche, etc. Nuestras células piensan la creación también en modalidad de división, separación, distinción, distancia, alejamiento, multiplicación, especialización, diferenciación. Cuando a finales de los años 60 la Internacional Situacionista se separó, Guy Debord, autor del maravilloso libro La Sociedad del Espectáculo, respondió a las críticas que veían en su separación una señal de derrota de su ideal emancipatorio que la separación a veces es evolución, riqueza, abundancia.
Después de este preámbulo etimológico-histórico-escatológico (de milagros, no de inmundicias), se intuye la gran confusión lingüística que rápidamente muta en confusión anímica cuando hablamos de unión sexual. El sexo en su origen es una separación y nuestro origen es sexual. La unión sexual es un oxímoron.
3. La liberación es el único valor
Quignard pone sin pudor a la liberación en lo más alto de la escala de los valores. Liberación es lo único que realmente vale la pena.
Para mí fue cruelmente aclarador el libro La Voluntad de Saber. Historia de la sexualidad tomo I de Michel Foucault. Cruel porque me reconocí. Era y sigo siendo apologeta de la belleza de la intimidad la más intensa. En una frase, la tesis de Foucault se resume así: Puedes utilizar el sexo para trabajar a la liberación, pero si usas tu libertad para conseguir más sexo eres un esclavo hasta la más íntima de tus fibras.
Quien entiende la libertad como oportunidad para copular más y más se ha rendido a los mandatos del capitalismo contemporáneo. El sexo puede aportar a la liberación pero la libertad no debe someterse al sexo. El valor liberación demanda una reflexión acerca de la gestión de la energía sexual en la investigación corporal del movimiento. La danza improvisada libera siempre que no esté subyugada a otro fin.
Escribí este texto después de un encuentro maravilloso donde una veintena de cuerpos se sumergieron en una improvisación grupal desbordante de vida. Era de esperar que el deseo sexual iba a presentarse a la fiesta. Generando y derrochando alegría de vivir como lo hicimos convocamos irremediablemente la pregunta carnal de la intimidad fluida y penetrante. Es aquí donde os suplico de no malinterpretarme. No hay juicio, no hay culpables, en aquella noche primaveral de hecho no pasó nada digno de mención. Más bien lo problemático que me dio que pensar y motivó la escritura de lo que estás leyendo es que algo dejó de pasar. La alegría de estar juntos colapsó súbitamente. El fuego de la liberación se apagó. Pasó lo justo para que podamos reflexionar juntas acerca de la presencia del deseo sexual en cuerpos que danzan.
4. Una reflexión pendiente
Me parece que esta reflexión sexual está muy descuidada en espacios de danza, cuando no obviada directamente. El problema, subraya una profesora de Contact-Improvisación, es que una vez que se nombra el sexo ya no hay marcha atrás, cuando entra la palabra sexo en el estudio ya no hay manera de sacarla. Cuando esta reflexión acerca del sexo sí se hace, suele ser en espacios donde la danza está puesta al servicio de la energía sexual. En talleres de tantra o sexualidad consciente donde se aprovecha la danza para mejorar la cualidad del encuentro sexual. En esos contextos, la danza no es el foco sino un instrumento. Nuestro foco, por lo contrario, es la danza. Y por las razones que sean, la cuestión de la sexualidad no está bienvenida en el aula de danza. Aun así, encontré en mi cuerpo que, a pesar de no estar bienvenida, nunca deja de estar presente. ¿Qué hacemos con ella?
Esta reflexión acerca de la resonancia entre sexualidad y danza ha encontrado algunos caminos especialmente en el Contact-Improvisación, donde el contacto es a menudo íntimo, muy de pelvis, y hay improvisación, o sea exposición, búsqueda y subconsciente. Cuando la forma es más clara y definida, cuando el margen de improvisación es más limitado, resulta más fácil esconderse o protegerse y dejar fuera del asunto al deseo sexual. La improvisación nos desnuda. ¡Y la desnudez da vértigo!
Pensar desde los restos de la noche anterior. Huele a incendio, a pasión, a saqueo, a carnaval. No estábamos ahí en el origen. ¿Cómo sabes que piensas lo que piensas? Para eso escribía Foucault, para saber qué pensaba. No para moralizar sino para dinamizar una reflexión que me parece tan necesaria como precaria. ¿Cómo gestionamos la energía sexual en entornos danzarines? Comparto con ustedes una reflexión iniciada hace tiempo que me parece pertinente. No tanto su contenido o su resultado, la decisión sobre el valor de esta reflexión para ustedes les pertenece. Me parece pertinente que reflexionemos acerca de ello, que hagamos esfuerzos para comprender e integrar la presencia, deseada o no, del deseo sexual en danza cuando la liberación es el único valor.
5. Una erótica de la danza
Danzar establece necesariamente una relación entre mente y materia. Como demostró Gaston Bachelard en numerosos libros, no hay materia para nosotros que no sea también poesía. Solo nos podemos acercar al mundo poetizándolo. Siempre que tocamos algo lo hacemos desde un mundo imaginario.
Bachelard describe tres grandes continentes de la poética del mundo. Aguas maternales que cuidan y nutren, aguas violentas que destrozan y aguas eróticas que enamoran. Cuando una persona pregunta por la realidad, necesariamente se aproxima a lo que hay desde uno de estos focos. Danzar implica la movilidad del cuerpo. La danza es una relación con la materia, la más íntima de las relaciones pues entendemos que este trozo de mundo que llamamos cuerpo nos pertenece. Danzar es establecer una relación (casi) inmediata con el mundo. Es fundirse en el espacio común.
En los estudios de danza contemporáneos infectados de somática, solemos entender el cuerpo desde un prisma de cuidados. En menor grado, en estos estudios, posiblemente la lucha esté presente de un modo u otro. ¿Pero la erótica? En Contact-impro, solemos cuidar el cuerpo. Algunas técnicas de lucha y arte marcial siempre aparecen. La erótica también aparece, oh que lo hace, pero casi nunca se entrena.
Es más, creo que lo que más nos gusta de la danza, a muchas personas, es la erótica de la danza es decir la sensación que mente y materia hacen el amor, que se disuelven la una en la otra. Nos enganchamos a la danza por la poética erótica pero luego pasamos horas y horas y años en los estudios de danza entrenando el cuidado corporal y jugando a luchar de vez en cuando. Hay que entrenar lo que más amamos. Hay que recorrer los caminos de la pasión. La erótica de la danza puede entrenarse. Y deberías entrenar lo que más amas. Mi tesis es que la danza butoh, bien entendida, es una erótica de la danza.
Es necesario soñar para relacionarse con Eros. Lo dicen los mitos. Cuando la psique enciende la luz, aparece el lenguaje, los nombres, los conceptos, cuando la mente se identifica con la consciencia del mente, Eros vuela, desaparece, se escapa. Sólo puede haber una erótica de la danza desde una danza subconsciente, desde un movimiento que sueña. Se use la palabra butoh o no, entrenar la erótica de la danza debe hacerse habitando el espacio donde fantasía y realidad se tocan. Solamente puedes amar soñando.
6. La Danza es una diosa
En primer lugar – sí, en primer lugar…, el buen sexo a menudo va con preliminares generosos -, quiero citar a Keith Henessy, performer conocido en comunidades de Contact-Improvisación, asegurando que muchas de las danzas que experimentamos pueden resultar mucho más satisfactorias a nivel de conexión, intimidad, escucha, placer, riesgo, fisicalidad, etc., que muchos de nuestros encuentros sexuales en sentido convencional. Es decir, no está claro si se viaja más intensamente por las cumbres del amor con el sexo o con la danza. No hay consenso en relación a la jerarquía de la intimidad física. Algunos – Keith Hennessy y yo entre otros – creemos que los encuentros físicos pueden ser más profundos y totales con los cuerpos en danza que con los cuerpos en sexo, por decirlo de una manera. En la sociedad convencional, el sexo es el encuentro íntimo por excelencia. Los danzarines somos marginales…
Hemos sido educados para entender nuestra ansía de conexión, intimidad y compenetración con otros seres humanos como deseo sexual. Una pulsión de acercamiento con otro ser viene desde la profunda noche subconsciente y nuestra mente superficial descodifica el impulso como deseo sexual. Es posible. Pero disponemos de pocos matices para jugar y relacionarnos. Oler un cuerpo, abrazarlo, escucharlo, jugar e improvisar con él pueden ser experiencias muy gratas. Nuestra vida se empobrece cuando limita el deseo hacia otro cuerpo a dos opciones: social-verbal o sexual. O hablamos o follamos. Es un planteamiento muy pobre. La Danza es abundancia. Danzando hay mil maneras de relacionarse. ¿Qué importancia deberíamos darle al sexo en las relaciones danzadas?
7. Coito, quieto. Mente, demente
Steve Paxton, unos de los progenitores del Contact-Improvisación, se cansó de la temática sexual. Lori B, muy interesada en el potencial del Contact-Improvisación para con la liberación sexual, en una entrevista que se puede leer en el Contact Quaterly Sourcebook, le arrinconó para que Paxton se posicionase. Paxton, notablemente exasperado por la obsesión de su entrevistadora, quiso cerrar el tema: Una de dos cosas, dijo. O bien todo en el universo es sexual, todo es compenetración erótica de los elementos. Entonces el Contact-Impro busca maneras no genitales de hacer el amor. O bien, si no todo en el universo es sexual, el CI busca maneras no sexuales de tocar y contactar. Con ello, Paxton dejaba claro a Lori B que no tenía ningún interés en la investigación que ella quería dinamizar con su entrevista. Paxton no le iba a dar conceptos capaces de dinamizar orgías de movimiento lírico.
¿Porqué no es satisfactoria la respuesta de Paxton? Es un detalle conceptual, un pequeño rizar el rizo capaz de llevarnos a una playa bella. Conceptualmente, sec-ciona el universo en dos: dos posibilidades auto-excluyentes. O bien así… o bien asá. Hombre, mujer. Su planteamiento es claramente «sec-xual». Y luego, otro problema obvio, menos conceptual y más práctico, es la fusión entre sexualidad y genitalidad. La solución de Paxton no habla de pechos, de besos, de manos curiosas. En mi opinión, observando la práctica del CI, me parece que ahí tienen las pelvis más asexualizadas que las caras. Pasan más fácilmente por el contacto pelvis a pelvis que mejilla a mejilla. Verás más a menudo contactos de pene-nalga que de cara labio-labio. Es decir que buscar maneras no genitales de hacer el amor no nos aclara mucho la gestión de la energía sexual. Podemos poner entre paréntesis a los genitales sin librarnos de los debates internos afrodisíacos. Tomar la decisión de cerrar la posibilidad del coito no proporciona guías de conducta en relación a la energía sexual. ¿Qué hago con mis ganas? ¿Con las del otro? ¿Qué hacemos cuando coinciden? ¿Cuándo no? ¿Cuándo hay ganas físicas pero imposibilidad emocional? ¿Qué hago con las ganas de la pareja de al lado que secuestran mi mirada? Etc.
Este desamparo de gestión – no saber qué hacer con lo que me atraviesa – representa un gran riesgo para la danza. Arriesgamos de hacer como si no estuviese lo que hay en el cuerpo oscuro, la vida subconsciente, es decir la realidad. Tapar lo que hay es delicado cuando lo que hay en la oscuridad es la sangre de la danza. La sexualidad ignorada desencadena inmediatamente una intensidad mental inmune al espacio común. No importa si es tuya, si es suya, si es de ellas ahí a lo lejos, si es de hace un rato. El deseo huele. Al no hacer caso a la sexualidad que percibe tu cuerpo, acabas rápidamente «en la cabeza», con un trajín de palabras y confusiones. Y el espacio de la danza, frágilmente sostenido por nuestro aliento, se achica rápidamente.
8. El sueño es ahora
Entonces, ¿qué hacemos con la energía sexual si se presenta mientras danzamos? Si la obvio, la danza se desinfla, me atasco en palabras y especulaciones y el espacio se hace gris. Siguiendo la advertencia de Foucault, tampoco se trata de danzar para follar pues nadie quiere ser un esclavo hasta la más íntima de nuestras fibras. La invitación desde la butosofia y el Arte de nacer sigue siendo la misma que siempre: sigue el proceso atendiendo a las sensaciones físicas corporales con la dimensión soñada abierta. No te queda otra que vivir lo que vives.
Sin embargo, no es precisamente ésta la cuestión: ¿cómo seguir el proceso cuando todos los caminos nos llevan a la privacidad, el encierro mental o la esclavitud? ¿Cómo gestionar la emergencia sexual en la investigación danzada? ¿Cómo seguimos cuando no sabemos cómo seguir?
Hace muchos años, tuve un sueño extraño. Estaba en una jam de CI y vi a mis genitales desatarse de mi cuerpo y comenzar a flotar. No eran los únicos, había muchos genitales fluyendo en el aire. El día siguiente, fui a la jam de CI de la Tabacalera en Madrid. Y, obviamente, me encendí y gracias al trabajo butoh, utilicé el sueño para danzar, lo recordé con cuerpo, movimiento, sensaciones e imaginación y entré dentro de lo que la danza proponía. Y no hay cuerpo aquella noche con el cual no hiciera el amor. Es mi sueño. Es mi comprensión. No tiene porqué ser la tuya. Gracias a la inspiración del sueño, en aquella jam comprendí que podía hacer el amor danzando. Que no tengo que elegir entre danzar y sexo. Antes de esta experiencia, cuando la energía sexual se asomaba (¡y lo hace todo el rato!) proyectaba en el futuro la escena que falta a mis días. Proyectaba detrás de puertas cerradas la repetición del origen. Quería apropiarme una parte del espacio. Había dejado de nacer, de verterme en lo común. El sueño y la práctica butoh que pregunta al cuerpo por su interpretación (en dos sentidos: su repetición y su comprensión) me enseñó que la energía sexual está presente sencillamente y que resulta un maravilloso abono para la sensitividad y la poética.
Si lo pensamos desde otra fuerza o otra poética, como la ira por ejemplo, tal vez podemos entrever caminos por donde seguir. Estamos en el contacto con las sensaciones y tenemos a la imaginación que nos permite vivir el sueño sin materializar lo abominable ni reprimir el subconsciente. Puedes matar a bebés danzando, captando e intensificando las sensaciones que brotan en el sueño. Puedes canalizar el odio hacia un codo, o solo a los ojos. Danzando butoh, puedes ser fiel a la ira sin hacerte enemigos. Puedes aceptar la lucha y tirar de los hilos sin generar una reyerta cruenta. Podemos hacer lo mismo con el deseo. Capto la energía sexual y la incorporo, y me sumerjo entero en un encuentro sexual feroz y salvaje entre mis músculos y mis huesos, proyectando la relación al interior del cuerpo. O mi mejilla se enamora de tu nuca. Mi pie penetra el pliegue de tu rodilla. Hago el amor con la columna imaginando que es un hada del bosque. Etc. Capto una fuerza y mi trabajo es asegurar que su descodificación en imaginario sea a través de la experiencia física sensorial. Intensifico las sensaciones sutiles, los cambios físicos que acontecen en el cuerpo fantasma. Sigo la manifestación real y carnal del sueño, de la ira o del deseo. No me abandono a su interpretación. En resumen, podemos considerar el deseo sexual como una rama del árbol de la poética. El deseo es otra poética posible, entre los miles que hay. Lo que puede distinguirla de otras, es que a veces no deja elección. Se impone.
9. La sublimación del deseo en poética espacial
Se podría decir que el arte de nacer y la butosofia estriban en la sublimación de la energía sexual en poética espacial. El origen sigue pulsando. Y dividiendo al infinito el individuo permitimos que brote a través de nosotros un manantial de separación, matices, apertura, distancia, diferencia, gozo. Para Kazuo Ohno, bailar es hacer el amor a la vida. Una erótica del pensamiento. Una historia de amor (y paciencia) entre la sombra y la lucidez. En última instancia, la danza que no es una erótica está muerta.
El famoso gurú Osho cuenta una historia de monjes fumadores. Entre las sesiones de meditación, se les pide a dos monjes que se queden cerca del gong. Ahí, los pobres frailes se aburren. Se quejan al maestro que les contesta que deben meditar. Cuando el maestro se ha ido, uno confiesa al otro que le gustaría fumarse un cigarillo. Qué buena idea, contesta el segundo. Preguntemos al maestro si podemos fumar… Al atardecer, un monje va a consultar el maestro. ¿Maestro, podemos fumar mientras meditamos al lado del gong? El maestro le responde con unas cuantas tortas. Al día siguiente, con el ojo morado y la mejilla inflada, el monje se sorprende muchísimo al ver a su amigo fumando al lado del gong. Qué haces, le grita, si el maestro te ve te mata. El fumador gozoso le contesta que el maestro le ha confirmado que se puede meditar perfectamente mientras se fuma.
Puedes meditar mientras fumas. Pero fumar mientras meditas es una estupidez. Puedes danzar mientras tienes un coito – y deberías de hecho, por la cualidad de atención de la mente danzante. Pero buscar el coito mientras danzas es una pena tremenda. Es prostituir a la danza. Es someter la liberación a un objetivo pueril para el cual fuiste adiestrado. Es falta de amor propio. Es indigno.
Estamos naciendo, vertiéndonos en el espacio común. La palabra latina munus – que da a luz a inmunidad y comunidad – remite a la falta, la ausencia, la deuda. Tenemos una falta en común, una falla, una apertura, un pecado original: somos fractales, sistemas abiertos, en constante transformación. Desbordamos. Somos riqueza. No somos esferas de paz sin movimiento. Diluviamos. Danzando permito que el mundo se vierte a través de mí desde y hacia el nosotros anónimo. La cualidad de la mente es lo esencial. Cuando te das cuenta que has empezado a proyectar inmunidad, puertas cerradas (ojos cerrados), cuando en lugar de inundar el espacio común estás planeando y maquinando para llevarte una parte del espacio hacia otro lugar, aparte, para ti, un pezón, un pelo, un culo, un cuerpo, un olor, un nombre propio, un alguien concreto, una presa, un verdugo, un número, ya no hay danza como la practicamos en butoh. Has dejado de nacer. Has entrado en dinámicas de apropiación, de expropiación del espacio, de reparto del pastel, de luchas y competiciones de egos propietarios. No está mal. Es solo que la danza ya no es la diosa del instante. Y se sabe. Desde fuera algunos jugamos a saberlo. Huele. Pero sobre todo lo sabes desde dentro, siempre, sabes dónde estás, en qué estás. Sabes cuando eres esclavo.
10. La fiesta continúa
En mi juego de saber, aquella noche en la que éramos felices en algún momento nuestra burbuja poética se desinfló. El viaje colapsó. Creo que tiene que ver con energía sexual no gestionada creativamente. Pasó algo un poco previsible. Algún tipo de sensación comienza a gustarnos. Es más fácil dejar de juzgar el dolor como malo que dejar de juzgar el placer como bueno. Cuando la sensación ME gusta, deja de ser una herramienta para la disolución del individuo falsificado para pasar a ser pienso para el fantasma. Entramos en el onanismo sensorial. Entonces la danza engorda mi propio mito, mi biografía. He dejado de investigar, de aprender, de soñar. Estoy en la parra, en la paja. Síntomas de que eso está pasando: (1) horizontalidad (cuerpos tirados en el suelo), (2) falta de interés por lo lejano, prestamos atención solamente a lo inmediato (egocentrismo, pequeño mundo), (3) risa floja (emocionalidad sin fermentación, sin creatividad), (4) estancamiento (el mundo común se abisma en la mismidad, no hay tránsito), etc. Nos convertimos en un curioso híbrido mitad satisfacción con uno mismo – mitad frustración, pues desear algo que no hay sin saber cómo caminar hacia el objeto deseado genera frustración. Y es maravilloso. Solo se fue a dormir la investigación en danza. ¡La fiesta continúa!
Este diagnóstico es muy personal. No tiene que ver con la ropa que llevamos o no, con los besos que nos damos o no. Es decir que si una persona se come la boca con otra no tiene la culpa de la energía sexual. De hecho, puede que comerse la boca sea una manera bastante sana de gestionarlo. En Contact-Impro sería raro comerse la boca. En butoh, raro es todo, raro es existir, raro es estar de pie, raro es tener ojos, raro es estar ahí. Puede que echar un polvo en las escaleras cantando Pimpinela sea una manera muy sana de gestionarlo. Puede que la energía poética nuestra haya colapsado por las personas que no hicieron nada visible. No buscamos culpables. ¡Queremos danzar! Recuerdo la historia de un querido amigo que lleva nombre de mujer que en el Ex… It! del 2015, durante la fiesta salvaje, infló un condón, secuestró a una abueleta por ahí, la puso a cuatro patas sobre la mesa, le levantó la falda, se arrodilló y puso el condón entre los genitales de ambos y comenzó a darle tralla con la cara de un desquiciado. Me pareció límite la situación. Pero era compartida. No había apropiación. No había hipocresía espacial. No había seducción tóxica. Había delirio.
A nivel práctico, insistamos en resonar físicamente a nivel sensorial. Intensifica las sensaciones que resuenan con tus sueños, sumérgete en la deformación del molde cuerpo que desencadenan las sensaciones. Sigue danzando, no solo sintiéndo(te). Nuestro camino es hacia la sutileza, el subsuelo y la disolución. No buscamos la unión, el fagocitar, la intensidad. Sabemos que la sutileza, el subsuelo, la disolución en el manantial que nos crea implican la renuncia al juicio. Nuestra danza es una continuación de la sexualidad que nos creó. Nada nos falta. Nacemos.




