El arte de desaparecer

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Fotografía de Raúl Bartolomé en El Cielo de la Vera, Cáceres 2016.

Contaré la historia del revés. Hace algunos años, ofrecieron a un familiar la dirección de la recién creada Oficina de la coherencia en Estadística Canadá, el ministerio canadiense de los números. El objetivo de la orwelliana Oficina de la coherencia era acabar con el trabajo desdoblado que realizaban unos equipos y otros también y con la falta de comunicación entre las diferentes secciones. Debían hacer posible y asegurarse que un proyecto tuviese acceso a trabajos anteriores o actuales realizados en el seno de otros proyectos para así ahorrar tiempo, dinero y recursos humanos y conseguir, como el nombre de la oficina lo indica, una coherencia en toda la institución. Después de contemplar el panorama durante unos días y evaluar la labor necesaria, el encargado de la nueva Oficina de la coherencia acudió con sus empleados a una reunión con los directores de Estadística Canadá para presentarles su plan de trabajo. Dejó a sus subalternos atónitos y a sus superiores perplejos cuando anunció que estimaba que en un plazo en torno a cinco años se podría cerrar la Oficina de la coherencia. Si hacemos bien nuestro trabajo, aseguró, esta oficina ya no será necesaria.

Es así como ideas anarquistas y pensamientos nihilistas que desarrollo en mi tesis doctoral han hecho su camino hacia el corazón de una institución central del gobierno de Canadá.

Tiempo atrás, en reuniones familiares, solía conversar con esta persona de política, ciencia y filosofía. Éramos día y noche y ambos enamorados de las luces crepusculares y ansiosos por las promesas del alba. Éramos perro y gato y ambos disfrutábamos de los saltos y piruetas del pensamiento. No estoy en contra de la democracia, le explicaba, y estoy tan en contra de la policía como de la educación. Sólo digo que no queriendo morir malvivimos, que queriendo estabilizarse las instituciones nos ahogan, que queriendo sobrevivir el mundo se marchita. Lo que debemos salvaguardar es un movimiento de descubrimiento, un anhelo de expansión, una posibilidad de ensanchamiento, de arrojamiento, de superación. El fundamento del ser es un nacimiento. Hoy en día sólo se permiten la innovación, el riesgo y la curiosidad que no afectan a la estructura basal de la sociedad cuando debería ser lo contrario: deberíamos pensar la organización social como el mínimo basal para que la innovación, el riesgo y la curiosidad puedan explayarse y naufragar en orillas aun desconocidas en lugar de siempre permanecer en el seno de lo conocido. No eliminaría la policía de súbito ni cerraría todas las escuelas ni abriría todas las cárceles ni ahorcaría a ningún político. Todo eso, planteado así, conllevaría males peores. Pero… pero la policía debería decir, en lugar de exigir cada año armas más potentes y armas nuevas, coches más rápidos, más efectivos, más dinero, que su objetivo es desaparecer. Una policía tan buena que se esfuma. Una educación tan buena, tan rica, que las escuelas van siendo innecesarias porque el saber y la curiosidad circulan y crecen entre la gente a diario. Un gobierno tan sano que planea su propia desaparición. Esta desaparición sucederá de todos modos. Cuanto más fija la estructura, más desastrosa la transición. Poderosos tan ricos que devuelven el poder a la tierra y sus habitantes. Poderosos y humildes, todos están hartos de vivir en el miedo.

Y ¿qué es bailar sino disolverse en el espacio? Un arte tan bello que se confunde con el mundo. Una danza tan necesaria que prescinde del bailarín. Un pensamiento tan apasionado que en él las ideas arden y se esfuman.

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5 respuestas a El arte de desaparecer

  1. Fer dijo:

    Amanece en Buenos Aires y estas palabras nos empujan hacia un nuevo día. Gracias querido, infinitas gracias.
    Podremos usar este texto como parte de la performance SIN VALOR AGREGADO el próximo Viernes aquí? un hondo abrazo

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  2. Laura dijo:

    El fundamento del ser es un nacimiento… booommm, se ha plasmado en mi pecho!!! Gracias!!!

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  3. Esther dijo:

    Yo hace tiempo vengo pensando así, un planeta Tierra, dónde no sean necesarios los policías… los países… los gobiernos… ni siquiera el dinero. Soy capaz de imaginarlo, y si soy capaz de imaginarlo, es por que es posible, de hecho, de alguna manera, existe. Y Aseguro que imagino un mundo Maravilloso…

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