Catatonia (semana 3 de enero)

1. Inmersión en el espacio naciente

Proyectamos la atención, mente, cuerpo hacia un espacio que no corresponde a un receptáculo físico tridimensional que la vida ocuparía a posteriori. El espacio que habitamos, el espacio que somos, es autógeno, se genera a sí mismo. Ni cerrado ni abierto, este espacio contiene finitud y está abierto a lo infinito. A la imagen de la espuma, lo que nacen son espacios interiores. Nada lo contiene ni se derrame infinitamente. Nos sumergimos en este espacio, nos hundimos en nosotros.

2. Diálogo con la gravedad

Hemos seguido los pasos de la sesión de otoño cuando viajamos a Catatonia. (Ver el post Viaje a Catatonia · semana 3).

Recibimos peso hasta dónde nos interesa indagar. Teníamos la posibilidad de decir basta y ya (una suerte de basta en el tiempo, ya que cuando decimos basta la persona no retira el peso sino que solamente se detiene en el lugar donde está). Añadimos la posibilidad de pedir más. No solamente el límite es interesante, cualquier punto, cualquier momento, cualquier sensación es un mundo digno de atención.

3. Catatónicos

Un cuerpo a nuestra disposición. Tenemos que conseguir que se manifieste, que reaccione. ¿Cómo traerlo al mundo? Dame una razón para vivir es el nombre que Jess Curtis da a este ejercicio. El propósito de este nombre, de esta pauta es para despertar nuestra creatividad: conseguir una reacción no es sólo mediante el dolor y el daño.

El viaje es el mismo que en otoño. Abriendo el abanico de posibilidades sensorial, afinando la responsabilidad que tenemos frente a nosotros mismos – no ser héroe de uno mismo.

Añadimos 3 o 4 minutos para tratar de conseguir un basta sin tocar.

4. Nidos de catatónicos

Dos cuerpos, una vida. Ya no se habla. Cuando reacciono la persona que me hizo reaccionar se vuelve catatónica. Como si hubiese una sola alma para los dos cuerpos, cuando uno está vivo, el otro está en stand by.

Eramos 14 personas, siete catatónicos y siete vagabundos, transitando de cuerpo en cuerpo, de criaturas en criaturas…

5. De mentes

Toda esta sesión está planteada alrededor de un modelo budista de la mente humana. Hay cuatro mentes, independientes, que unidas a través de la ilusión nos dan la sensación de un alma, o una continuidad de la persona dentro del cuerpo.

(1) una mente percibe o siente, (2) una mente reconoce, nombra, (3) una mente valora, enjuicia y (4) una mente reacciona

Hemos inhibido la reacción. La energía mental de la cual disponemos se dedica por lo general a esta mente que responde a los estímulos gracias a los nombres que les da y las valoraciones adjuntas. Al inhibir la reacción nos queda más energía para las otras. Relajamos los juicios, aceptamos que no necesitamos nombrar para sentir y resulta que nuestras sensaciones son más intensas, más precisas, más ricas.

He propuesto asimilar estas mentes a (1) dios, naturaleza o vida, la comunidad de los seres que sienten, (2) la humanidad, comunidad de los seres parlantes, (3) la cultura, comunidad de valores, de visión del mundo y (4) yo.

No se trata de elegir ni de valorar ninguna de las mentes, las cuatro aparecen y desaparecen continuamente, se dan con el mundo en su nacimiento. Constantemente hay yo, sus valoraciones, su lenguaje y sus sensaciones. La propuesta es en lugar de contemplar las sensaciones desde el yo, en lugar de partir del yo y luego valorar, nombrar, y sentir, hacemos el recorrido contrario, estamos conscientes de que no hace falta un yo para sentir, de que los nombres que usamos nos preceden en el tiempo y que los juicios con los cuales nos identificamos no son obra nuestra. Camus decía que son necesarios 10 años para conseguir una idea propia acerca de algo. Elegimos tanto nuestras ideas como la época en la cual nacemos y el lugar donde aparecemos. El problema que intentamos apartar de nuestras danzas son la impermeabilidad de ciertas fronteras y los estanques que vienen con ella. Queremos entrenarnos a sentir continuamente, eso crea sentido. No significa no nombrar, no valorar, no reaccionar. Significa nombrar, valorar y accionar sin perder el contacto con nosotros que sentimos.

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