Semana 11 · La historia de la vida

El esqueleto (entre paréntesis)

Curioseamos sin saber lo que buscamos. Un esqueleto feliz. He traído este tratado de medicina tibetana ilustrado con un esqueleto sonriente para reflexionar acerca de los huesos y de los muertos. Culturalmente vinculado a la muerte, el esqueleto tiene sin embargo mucho que ver con la vida y la juventud. Constantemente involucrado en un proceso de autodestrucción y de regeneración (osteoclastos y osteoblastos, particularmente presentes en la cabeza del fémur), el esqueleto nos sirve de puente entre la realidad material y la imaginación conceptual. Dialogar con la gravedad no significa otra cosa que proyectar la atención hacia los huesos. ¿Para qué? Para reconciliar los muertos y los vivos, para conseguir un cuerpo transparente, eso es un cuerpo libre de información subjetiva, un cuerpo que no muestra nada más que el espacio naciente (que un cuerpo pueda o no estar libre de información subjetiva es otra cuestión, que sea posible liberarnos de información, encaminarnos en esta dirección, vaciar el cuerpo, desanudar nuestra vida, lo sabemos por experiencia).

En el modelo tensegrítico, que comprende todo sistema como “islas de compresión en un mar de tensión” (Buckminster Fullmer), los huesos componen el elemento de compresión y la fascia y músculos el mar de tensión (Thomas W. Myers, Vías anatómicas). Los huesos empujan, nacen, y el cuerpo lo contiene. El empuje de los huesos da la forma al cuerpo y el complejo de tensión muscular canaliza con más o menos éxito el empuje de los huesos.

El subconsciente empuja y nuestra identidad logra con más o menos eficacia asumir el conflicto entre lo que nace y el mundo que nos acoge (no nos acoge ningún mundo sino una multitud de otros nacimientos – todo nace, un mundo de nacimientos).

El movimiento de los huesos seguirá incluso después que nos hayamos muerto. Buscamos en nosotros un movimiento que no nos pertenece, un movimiento que remite a la danza y a la riqueza del mundo, y esta riqueza es ajena a la dualidad muerte / vida. Vida VS muerte es el cuento de la biopolítica, vida / muerte es la dualidad central a la manipulación y a la sujeción contemporáneas: “Creer en la Vida en la condición para que el poder pueda someternos” (Santiago López Petit, Amar y pensar). El esqueleto es realmente y metafóricamente más cercano a la fuente, no a la Vida sino a la fuente de ésta. La fuente del mundo es al mismo tiempo lo que mantiene joven y lo más antiguo del universo. Lo más antiguo es lo más fresco.

Una imagen que me parece fantástica: el esqueleto es un feto y todo el resto del cuerpo es su madre. ¿Qué está naciendo en nosotros? ¿Qué traemos al mundo?

Pero es sólo una paréntesis… (o no).

1. Los ochitos

Visitamos con la imaginación (mente, pensamiento, atención, observación, alma, ojos…) nuestro cuerpo en bipedestación. Aflojando cualquier tensión que se construye, en dirección a los huesos, a un estar frágil y disponible. Desde los trocánteres iniciamos un 8, en la dimensión del agua, de más o menos 10 centímetros de diámetro. En la semana 1 y 2 encontraréis más info acerca del porqué de los ochos (unión delante detrás, izquierda derecha, volumen, etc.).

Poco a poco, centímetro por centímetro, reducimos el tamaño del 8, hasta 1 cm, y seguimos de 9mm hasta 1mm y seguimos hasta un 8 que cabe en un grano de arena. Volverá a crecer y volverá a reducirse. En la segunda reducción cogemos este grano de arena y lo subimos hasta el pecho, y desde ahí crece lentamente hasta 10 cm de diámetro y luego vuelve lentamente al grano de arena. Y lo subimos a la cabeza y repetimos la operación.

Esta manera de trabajar los ochos es muy interesante, muy explosiva. Permite alcanzar una profundidad en el cuerpo que no es fácil de otro modo. Empezamos con un 8 normalucho, la consciencia está en guardia, vigilando que no se pase fronteras, el subconsciente permanece lejos, protegido. Y vamos reduciendo y vamos reduciendo y sin darnos cuenta nuestra atención se encuentra muy profundamente aventurada en la oscuridad del cuerpo y con una precisión asesina. Si os digo de entrada sentid un grano de arena en el centro del pecho, estaríamos haciendo un experimento mental, más o menos interesante. Digo así sin más sentid un grano de arena entre los dos hemisferios del cerebro – y pensáis ¿pero qué dice este loco? Pero este 8 que se reduce poco a poco sorprende la consciencia que se encuentra movilizando el cuerpo desde un nivel difícilmente asequible. Cuando llegamos a la cabeza el control ha tirado la toalla. Podemos bucear, explorar por donde sea necesario. Investigación personal de 20 minutos.

Rhizome Lee llama su método de investigación los 3N: nuevo, necesario, numinoso (que viene de los dioses, o que es mágico). Buscamos movimientos que sean o nuevos, o necesarios o numinosos. Mente abierta a fantasías, memorias, sueños, imágenes, etc. Dejando vivir las criaturas, haciendo amigo con ellas, haciendo amigo con uno mismo.

Hemos finalizado esta investigación con la imagen de las luciérnagas (ver semana 1) hasta tener un 8 en cada célula.

2. La meditación del muerto

Un pequeño viaje en el tiempo, guiado por Arnold Mindell (Quantum mind). Se trata de dejar vivir la primera fantasía que se presenta, dejar que se desarrolle algo cercano al sueño, a la imaginación. Nos trasladamos al momento que precede nuestra muerte. Contemplamos la escena, la situación, el personaje y sus posibles acompañantes, nuestro yo moribundo. Nos acercamos, ¿cómo está?, ¿qué nos cuenta?, ¿tiene algún remordimiento este yo moribundo?, ¿algún consejo?, ¿alguna historieta? Agradecemos y volvemos al aire que entra y que sale, a nuestro cuerpo en contacto de un modo u otro con el suelo, volvemos a la sala.

3. La historia de mi vida

Teatro en solo esta semana. El tema es sencillo: la historia de mi vida (sin palabras) desde la perspectiva de un yo moribundo. Y con puntos de interrogación: ¿ la historia de mi vida? Es la esencia del subbody butoh: poner la vida en escena.

El psicólogo Arnold Mindell, que suele trabajar con gente en fase terminal, afirma que nadie está tan dispuesto a cambiar de vida como los moribundos. Un yo que no tiene nada que perder está abierto al cambio profundo. Schopenhauer decía que ningún hombre en su sano juicio al final de su vida quisiera volver a vivir. Rebelándose en contra de su maestro, Nietzsche afirmaba coleccionar los momentos que por sí solos justifican todo lo demás. “Por el amor de este momento, dijo Zaratustra, todo mi pasado queda justificado.” Quisiera vivir una y otra vez sólo para vivir de nuevo este momento. ¿Cuántos momentos de estos tenemos? Nuestra vida suele ser más bien una continuidad de sacrificios en aras de conseguir un reconocimiento social (a escala más o menos grande, desde la pareja al éxito internacional) que al momento de la muerte no sirve para nada. ¿Cómo viviría si supiese conscientemente en cada momento que voy a morir?

Reconciliar los vivos y los muertos en un solo cuerpo, un esqueleto feliz.

No dí pautas de tiempo, ni ejemplos, ni más guías que esa: uno por uno, ¿la historia de mi vida? Las demás preguntas se contestan en el silencio de cada una. Si propongo indicaciones, si doy ideas, respuestas, direcciones, empezamos a planificar lo que vamos a contar, y yo pierdo la posibilidad de ver nuevas maneras de compartir. Podría haber sido un gesto, podría haber durado una hora. Podría… ¿qué más podría haber sido?

Cerramos los ojos, preguntamos a nuestra vida: ¿cuántos años tienes, querida vida? Y mi vida contesta: tengo cuatro mil millones de años… sobre este planeta. ¿Qué quieres bailar querida vida, qué necesitas mostrar? ¿Qué…? Y empezamos…

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